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¿ Piensas acaso que han de morir
los angeles del tiempo,
apuntando sonrisas en sus labios convexos,
para que tus caricias arrítmicas
de febriles deseos, persigan alocadas
idílicos silencios ?
Pienso en tu proceder, mientras escucho
tus pisadas sin eco.
Y por mas que la busco, displicente,
no encuentro la respuesta de tu enigma,
por que, si cada tiempo trae un cambio,
¿ dónde está tu desdicha ?.
¿Han de morir los ángeles del tiempo
en el muro febril de mi poesía
y acribillar las fábulas de sombra
antes que tú descubras la mentira ?
Debo llorar relámpagos ardientes
allí donde la muerte se ve antigua,
en la orilla de una luna de cuarzo
recorrida por lágrimas de arcilla;
en los muros oscuros de mi alma,
en tu grito vital: ¡ Soy ambarina !.
Iré cantando rosarios eternos
hasta que prenda en tu conciencia viva
la niña que hay en tí, contando espumas,
la frágil amapola en tí escondida.
No eres intemporal, eres corpórea,
eres mañana clara, eres caricia,
eres luna de otoño, eres distancia,
eres la plenitud de una sonrisa,
eres ola del mar que guarda ausencias
en el misterio azul de agua nacida.
Porque aunque tu vivieras la creencia
de ser intemporal, no lo serías.
Si fueras inmortal, como pretendes,
tal vez esconderías
tal vez esconderías
las miradas que guardas, asustada,
en el pliegue falaz de tu estudiada risa.
MANUEL PABLOS ESTEBAN
PROFESOR DE LA FARGA
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