Entre espigas de heno, resecas,
entre oscuras sombras de invierno
reluce un tesoro eterno
que nace de blanca doncella.
La aurora florece en su seno,
la muerte ahora gime en la tierra.
La noche reinaba y el hielo
apaga el calor de las flores
enciende dolores de ausencias.
Respira María y el cielo
envía cantares de amores
convierte helor en primaveras.
El Niño que aliento no tiene
requiere el candor de las fieras.
La rosa entre el heno florece,
con lágrimas tiernas que nievan.
Mis trémulos brazos acogen
al sueño de tantas dolencias.
El llanto gemido en la noche,
la sombra que insiste tan terca,
la nieve que arde y se quema,
se cambia, transforma y revive
con Jesús que viene entre nieblas.
En este nacer rosa y blanco
caricias María me presta
con mis fríos dedos al Niño
que duerme con todas las penas.
IGNACIO PAGÈS LARRUY
MIEMBRO DEL BLOG L' ALBADA
¡Bellísimos versos, Ignacio¡ El Niño, que es Luz, ilumina al mundo...¡Que bien describes que es Redentor¡ ¡ Felicidades¡
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