Caminando hacia Baeza
por el camino que está la encina,
mi alma siente paso tras paso,
una latente melancolía...
Voy recordando un bello rostro,
que, allá en los años que joven era,
veíalo, andando , en la misma acera,
de una doncella, graciosa y bella.
Sus ojos, preciosas gemas,
me cautivaban solo al mirar;
y con arrojo y valentía
yo me acercaba por donde iba
diciendo si la podía acompañar.
Y yo sentía, fuerte latido,
que palpitaba mi corazón...
Y la alegría y sentimiento
de ir al lado de ese mi Amor.
De esta manera se acostumbraba
a hacer inicio de una pasión.
Pedro Pablo Vico Robles
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