Un desierto de nieve
y luna
se extiende infinito
como mares de leche
o estrellas consumiéndose,
recorriendo incesante
con su cascada de pétalos,
velos de nácar y seda,
cada parte de tu alma,
cada recoveco de tu ser
de metal etéreo,
donde se dibujan caminos
de paz y deseo,
de infiernos herméticos
sobre nubes,
bajo besos
y dulces transgresiones,
donde se clavan banderas
que son rodeadas de luz
desplegando primaveras
y fabricando úteros
como ataúdes
que van lanzando cuerpos
con sus suspiros
y sus nombres
a la eternidad.
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