A mi suegro Luciano,
que fue felíz labrando en la Moraceda
Y de las lluvias de Abril,
no me olvido, Primavera,
que en Julio pintado el campo
y verde aún la Moraceda,*
que es lugar de San Martín
rodeada por choperas,
la puerta de cuatro valles,
entre sendas y veredas.
A un lado de la montaña,
el río Omaña bordea,
regando cosechas fértiles
que los labradores siegan,
y en el molino del río
por el verano se muelan.
De bellas flores silvestres,
los manzanos de la cuesta,
liban doradas abejas
en las grisáceas sendas;
arbustos y matorrales,
espectaculares puestas,
y mirlos que liliburlean
en las zarzas, mientras juegan
en arroyos y regueros;
brillan y sus aguas suenan
por todo el campo de verde,
¡que bella la Moraceda!,
paraje de San Martín
y situada a las afueras...
Allí cada atardecer,
cuando triste, mi alma llora,
soy feliz por los caminos
con la soledad sonora.
Allí cada atardecer,
antes que la noche sueña,
de los mayores placeres
que a mi alma enamoran.
Fco. Tras de las casas
(*) La Moraceda, lugar de San Martín con fértiles parcelas, regadas por el río Omaña que la bordea. Entre caminos, senderos, sendas, chopos y matorrales, arroyos y regueros. “Bella y verde es la Moraceda”.
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