( FRAGMENTO)
...Jesús le puso de nombre
porque así le fue mandado,
creció humilde, sin renombre,
y por todos ignorado
hasta que llegó a ser hombre.
El momento había llegado
de andar el duro camino,
de apóstoles rodeado,
hacia su fatal destino
como le estaba mandado.
Fue querido, y adorado,
pero no fue comprendido,
por unos divinizado,
por otros fue perseguido
y por Judas traicionado.
En el huerto del olivo,
Jesús, misericordioso,
humillado y comprensivo,
sabiéndose poderoso
prefirió ser compasivo.
Celebraron una cena
que pasó luego a la historia
y dijo no sentir pena,
que sería por nuestra gloria
su martirio y su condena.
Del cáliz que se me ofrece
yo bebo con complacencia
y aunque nadie lo merece
¡Padre, ten benevolencia
con estos doce y yo trece.
Estos por el mundo irán,
divulgando tu doctrina
y tu amor propagarán;
si tu luz les ilumina,
muchas almas salvarán.
Dios, padre mío querido,
yo, Jesús, hijo de ti,
por este cáliz te pido:
descarga tu enojo en mí
por los que te han ofendido.
Ya se acercan los sayones,
están muy cerca de aquí,
deseo que los perdones
y que brille como en mí,
la luz en sus corazones.
Ya me tienen amarrado,
yo con cara taciturna,
con mi cuerpo encorvado,
flagela uno otro lo turna;
ahora ya estoy machacado.
Yo que, he sido elegido,
por la tuya bendición,
aquí sangrante y rendido,
solicito compasión
para este mundo afligido.
Con sublimidad te adoro,
a ti, mi querido Padre,
y por compasión te imploro
que no me llore mi madre,
con esta pena que lloro.
Ya me tienen amarrado
a este pesado madero,
mi calvario a comenzado;
padre mío sólo quiero
que perdones su pecado.
En la cruz estoy clavado
como indefenso cordero,
cabizbajo, resignado;
y ahora que casi muero
veo mi madre a mi lado.
Aunque me veas así
alégrate madre buena
y no llores más por mí,
que cumplo, esta condena,
que a mi padre prometí.
Jesús rendido y sangrante
aquel martirio sufría,
y llegó el fatal instante
de que abrazara María
a su hijo agonizante.
Jesucristo la miró,
y dijo: madre querida,
alégrate como yo,
que doy por todos mi vida
como mi padre mandó.
Allí en sus brazos murió
aquel hombre excepcional,
Jesucristo, sucumbió,
para librarnos del mal
y en nosotros perduró.
Y después resucitó
aquel Divino Maestro
y a la gloria se marchó;
recémosle un padre nuestro,
a Él que por todos murió.
GREGORTD
MIEMBRO DEL BLOG L'ALBADA