Al mirar esas viñas alineadas,
entrando, sosegado, al monasterio,
el alma, recabada en el misterio,
por el silencio y paz es transportada.
Las tres fornidas hayas centenarias,
nos invitan, piadosas al silencio,
oyendo de la fuente su gorjeo
de las gotas, lágrimas y plegarias.
Y al entrar en el claustro románico,
que exala su belleza como incienso,
el alma, siendo cómplice del tiempo,
regresa al medioevo con un cántico.
Doncel
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