Todos llevamos a un niño
que sale de dentro afuera,
vive deprisa y corriendo,
siendo ajeno a todo, mientras
la vida es un huracán
que pasa junto a su puerta,
llevándose las historias
y borrando antiguas penas.
El niño un día se hace mozo
y da vueltas en su cabeza
al tren de la vida, como
subir, que pasa y no espera;
como ese agua pasada
que el molino ya no muele;
oportunidad perdida,
la vida un día se la lleva...
El mozo cuando se hace hombre
y perdida la inociencia,
con una infancia lejana,
más de una noche aún sueña
con los caminos elegidos,
de nuevo hacerlos pudiera;
los errores cometidos
caen cual lágrimas viejas.
Cuando el hombre se hace viejo
se pregunta y a la vez piensa
quien no pudiera volver
a ser un niño en la escuela,
mozo que importa de qué
y hombre aunque en la pobreza
y con las mismas virtudes
y defectos que antes tuviera;
pero ante todo ser libre
como prioridad primera.
En la calle sopla el viento
y la vida nos recuerda
historias que siempre pasan,
no tienen nada de nuevas:
del niño, del mozo y el hombre;
del viejo que en su lecho piensa,
nosotros los que pasamos,
y el tiempo que pasa y el que queda.
Francisco García Tras de las Casas