lunes, 28 de octubre de 2013

Pasan los tiempos






                   
Pasan los tiempos, las voces se doran

como frutos maduros en otoño;

volvemos al recuerdo , a las auroras

de la niñez, que un día disfrutamos.

Ni el pueblo ni las gentes son los mismos,

ni nosotros tenemos la frescura

que nos llevara a cometer locuras

cuando cumplimos los dieciocho años.

Recordamos nostalgias del antaño

cada vez que el antaño nos visita,

es un rito ancestral que no nos quita

las ganas de vivir, nos las alienta.

Tuvimos soles y también tormentas

en la vida que pasar nos tocara,

pero al igual que el labrador que ara

la planicie reseca, interminable,

y nunca mira atrás hasta que el cerro

llega al final de la besana muerta,

ahora que recogemos de la huerta

de nuestra vida el fruto trabajado,

nos damos cuenta que el pesado arado

que nos tocó arrastrar, dibujó el cerro

caló en el alma, como cala el hierro

en la tierra marrón que nos rodea,

y una vez terminada la tarea

vimos el fruto verde en primavera,

recogimos aquello que sembramos,

protegimos el cerro de los nuestros,

y con los brazos del cariño abiertos

y el amor en los labios y en el alma,

donde hubo guerra negociamos calma,

donde hubo huida abrimos un cobijo,

amamos a los nuestros y en  los hijos

vemos llegar las nuevas sementeras;

luchamos con los tiempos como fieras

para ganar la partida al futuro:

abrimos zanjas, derribamos muros,

lloramos de dolor cuando las almas,

rotas por las  costuras de la pena,

nos hicieron patente la condena

de pagar por vivir con la amargura

de perder a los nuestros un mal día.

Tuvimos desengaños, fantasías,

amores viejos que como las hiedras

se agarraron al alma de las piedras

de nuestros sentimientos como lapas…

Luego cubrimos el dolor con capas

de otros cariños, de otras ilusiones.

Dejamos la amargura en los rincones,

entre la oscuridad del pensamiento

y seguimos corriendo, como el viento,

persiguiendo en los lienzos de los tiempos,

nuevas quimeras, nuevas sensaciones.

Y así pasa la vida, amigos míos:

son sesenta, pero aún nos quedan bríos

para poder levantar nuestras copas

y brindar porque el futuro incierto

nos lleve a navegar y alcanzar puertos

en el país de nuevas ilusiones.

Así pues levantad vuestras copas

y brindemos  por los viejos antaño,

por todo aquello que dieron los años,

en amor, en dolor, en ilusiones…

Que no mueran las buenas sensaciones

y podamos reunirnos muchos años.







MANUEL PABLOS


PROFESOR DE LA FARGA

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Y...con los sesenta ya cumplidos,
    ricos en ilusión, Manuel querido,
    seamos como niños, peleando
    por abrir caminos caminando
    entre sueños, con los buenos amigos

    ¡Recios versos castellanos del poeta de pueblo Manuel Pablos ¡¡

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